21 de marzo de 2008

YA EN EL DESIERTO DIA 2 (Segunda Parte).

Después de pasar la barrera del Parque Nacional Eduardo Avaroa seguimos camino en dirección a los pueblos de Quetena Chico y Quetena Grande. Se tratan de dos pueblos minúsculos que tienen 480 habitantes y 161 habitantes respectivamente. Si leyeron bien Quetena Chico es más grande que Quetena Grande, ¿loco no?. Estamos a 4180 metros sobre el nivel del mar y en dirección hacia una de las partes más hermosas del recorrido. El buen tiempo ayuda a que avancemos rápidamente hacia Kollpa Laguna. Se trata de una laguna cuyo producto principal, la Kollpa, es usado como materia prima de detergentes.
Antes de llegar allí nos detuvimos a tomarnos unas fotos en el medio del fantástico paisaje desértico con el fondo de una manada de vicuñas. El buen tiempo nos acompañaba, sin embargo, la presencia de una cercana tormenta nos indicaba la señal de que ese espléndido sol no nos acompañaría por mucho tiempo más.


Llegados a Kollpa Laguna ya el cielo era de un gris plomizo y a lo lejos podían observarse como caían los rayos y se escuchaban el rugido de los truenos en el medio del desierto. La lluvia no se hizo esperar demasiado, fueron primeros unas gotas, luego un aguacero importante que nos acompañó en gran parte del camino en el Salar de Chalviri.
Al mediodía llegamos a las termas del Río Amargo, el tiempo estaba muy malo, frío, con grandes amenazas de tormentas eléctricas a lo lejos. Sin embargo, esto no fue prohibitivo para que Axel se metiera en las termas a tomar un baño de 15 minutos y disfrutar de una fuente termal cuya agua estaba a una temperatura muy distinta de la que había en el ambiente.

Axel en la pileta termal, a la izquierda nuestro amigo Joseph Rinaldi.


El lugar en donde se emplazan las termas está muy bien equipado con vestuarios y un comedor. Las normas sobre el cuidado de esa pileta termal son estrictas, nada de baños con fines de higienizarse, nada de jabón, ni de productos químicos que dañen la pureza de estas ni que las contaminen.

Luego de ese placentero baño nos fuimos a almorzar en el refugio. Allí comimos y charlamos un poco acerca de como iba a seguir el viaje. Hilarión allí nos comunicó que sería casi imposible llegar a Laguna Verde dado a que la tormenta que se abatía en la zona venía desde allí, sin embargo intentaríamos llegar. Fue así como nos fuimos mientras Marcela levantaba la mesa. Hilarión al verlo tan entusiasmado a Axel lo invitó a ser su copiloto, tomando así el otro lugar de adelante.

Al salir ya la tormenta la teníamos encima nuestro. Intentaríamos, aunque fuera muy difícil llegar a Laguna Verde.

Camino al Desierto Salvador Dalí desde Río Amargo.



Al llegar al Desierto Salvador Dalí la visibilidad era casi nula. Antes de bajar del jeep nos contaba Hilarión que este desierto se lo denominó así porque hay un cuadro de Salvador Dalí que pintó un paisaje muy similar a este a pesar de no haberlo conocido nunca. En honor a ello la zona es conocida con este nombre.
Tomamos coraje y bajamos del jeep. La visibilidad era nula, el viento y el frío eran terribles, la niebla era muy espesa y encima granizaba. Las pocas fotos que pudimos tomar documentan la rudeza de esta tormenta que nos impidió seguir en dirección a la Laguna Verde.


Roslie en el Desierto Salvador Dalí.

Así se presentaba ante nuestros ojos el Desierto Salvador Dalí.

Volvimos con las ganas de conocer a la Laguna Verde para pasar a buscar a nuestra cocinera, Marcela, por el refugio de Río Amargo.

Seguimos camino en dirección a los Geiseres denominados Sol de Mañana. Ni sol ni mañana, el frío era terrible. Estábamos a 5013 metros sobre el nivel del mar.

Roslie y una muestra elocuente del frío y el viento en Sol de Mañana.

El olor a azufre era claramente percibido desde adentro del coche y el frío dentro de él hablaba claramente de que afuera habría sin lugar a dudas algunos grados bajo cero. Afuera el intenso viento y la caida de algunos pequeños copos de nieve no impedían que los geiseres cesaran de echar humo y que el suelo burbujeara. Tomamos coraje y bajamos. Las pocas fotos allí tomadas también documentan la rudeza del clima. Tommer y Joseph apenas si salieron del auto por unos segundos, Roslie alcanzó a tomar algunas fotos y muerta de frío volvió al jeep y Axel se quedó por espacio de un minuto más. Habríamos de vencer a ese terrible muro psicológico que es la altura, sin embargo el crudo frío de la montaña nos vencería a nosotros en un puñado de minutos.

Axel literalmente volado por el viento en los Geiseres Sol de Mañana.

El burbujeante suelo de los geiseres.

Geiseres Sol de Mañana.

Subidos nuevamente al jeep nos fuimos en dirección a Laguna Colorada. Allí Hilarión nos dejaría por un largo rato y nos indica el punto de encuentro:

- Ven aquella punta, bueno allí nos encontramos.

Pese a que el tiempo no nos acompañaba y que el sol era el gran ausente el paisaje se presentaba maravilloso. Había en ella miles de flamencos (según nos explicaron conviven allí tres especies: la Chilena o Totoco, la Andina o Jututu y la Parina Chica o Chururu) que posaban una y otra vez para la foto y otros que lo hacían en pleno vuelo rasante sobre la superficie de una laguna de color rojo pálido. Algunas especies de aves además de los flamencos, llamas y alpacas completaban un paisaje mágnifico en la soledad de las montañas. Caminamos, sacamos fotos y disfrutamos en ese mini trekking de dos kilómetros hasta llegar al Jeep de Hilarión donde nos esperaba junto a Marcela.


Vista de la Laguna Colorada.

Llama en la orilla de la Laguna Colorada.

Axel en la Laguna Colorada.


Roslie en la Laguna Colorada.


Los flamencos rosados y sus distintas especies "copan" el paisaje de la Laguna Colorada.

Isla de Bórax en la Laguna Colorada. Antiguamente esta laguna era explotada por borateras. En la actualidad por encontrarse en la Reserva Eduardo Avaroa no hay más actividad minera.


Ya llegados al jeep nos dirigimos al refugio de Huallajara a tres kilómetros al suroeste de la Laguna Colorada. El refugio contaba con muy buenas instalaciones, baños limpios (aunque sin duchas) e inclusive una antigua salamandra a la que pusimos a funcionar durante la noche junto con otros viajeros.
Las pésimas condiciones climáticas no se hicieron notar dentro del regugio aunque a la mañana siguiente nos diéramos cuenta de cúan crudo fue el clima durante la noche.

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