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13 de marzo de 2008

DESPIDIENDO A TUPIZA, DIA 1 EN EL DESIERTO.





Fotos de la zona de El Sillar (Tupiza).

El 15 de Enero, bien temprano, nos levantamos con el fin de dejar Tupiza y emprender la excursión de 4 días por los lugares más asombrosos que tiene Bolivia. Desayunamos, buscamos algunas botellas de agua mineral, algunos caramelos y chocolates y ordenamos nuestros bolsos como para subirlos al jeep 4x4 que nos esperaba en la puerta del hotel. Junto a nosotros viajaban dos chicos más Tommer, de Israel y Joseph de los Estados Unidos.
Puntualmente a las 9 salió el jeep del hotel, al mando del mismo se encontraba Hilarión y Marcela sería nuestra cocinera. Pronto trabamos conversación con ellos mientras abandónabamos a la hermosa ciudad de Tupiza.
Cuando supieron que éramos Argentinos una de las primeras conversaciones que se impusó fue hablar de fútbol con Hilarión quien nos confesó ser hincha de San Lorenzo de Almagro. Explicaba que "acá mucha gente es hincha de algún club Argentino porque alguna vez residió en Argentina y se hizo de algún equipo, por eso van a ver muchos que son de Boca, muchos de San Lorenzo"....y bromeando agregó "pero ninguno de River". Risas van, risas vienen, llegamos a la primer maravilla que la naturaleza nos da a tan solo tres kilómetros de Tupiza: la Quebrada de Palala. Siguiendo por un camino de cuesta, 14 km. más adelante, nos encontramos con un mágnifico mirador natural: El Sillar. Desde allí puede observarse hacia el sur todo el valle Tupiceño: a lo lejos Tupiza, Toroyoj, Palquiza, Chacopampa, Quiriza y otros parajes más. Un paisaje sin lugar a dudas maravilloso enmarcado por extrañas formaciones rocosas, fértiles valles y el Río San Juan. Los paisajes y las imágenes que se suceden una tras otra nos hablan sin lugar a dudas de un viaje muy prometedor.

El camino.

Seguimos y en el camino fuimos víctimas de algo previsible pero que uno nunca desea: pinchar una goma, la trasera derecha. Rápidamente, y dándose manos a la obra, Hilarión cambió la rueda y seguimos.

Roslie en el lugar que paramos por la pinchadura, atrás Hilarión cambiando la rueda.

A las 11 pasamos por el pueblo de Cerrillos, un pueblo verdaderamente diminuto y muy pintoresco que parecía sacado de una película del lejano oeste. La paz de este pequeño pueblo fue sin lugar a dudas alterada con nuestra visita. La bajada del chico que descansaba plácidamente en la torre de la campana de la iglesia es sin lugar a dudas un signo de nuestra presencia que alteraba el ritmo del lugar.

Capilla de Cerrillos.

Pueblo de Cerrillos.

Luego de sacar algunas fotos seguimos viaje, por momentos el camino resultaba algo duro y al cabo de estar como unas dos horas de camino volvimos a tener nuestro segundo infortunio: la misma rueda vuelta a pinchar. Dos gomas pinchadas esta vez parecíamos sonados ya que encima el diagnóstico fue que la rueda era inservible. Hilarión, que no es un improvisado, se arremangó y le puso parche a la rueda, gracias a ello pudimos seguir, previo al almuerzo que hicimos aprovechando la parada obligada. Sin embargo ya estábamos advertidos una rueda más que tuviera problemas equivaldría a estar lisa y llanamente en el horno con papas.
El paisaje del altiplano pese a su supuesta monotonía es constantemente cambiante ante la mirada aguda. A lo largo de este se pueden observar distintos colores, manadas de llamas, rebaños de ovejas, cabras, burros, algunos suris que corren rápidamente a mimetizarse entre las rocas y la pobre vegetación de altura, huidizas vicuñas, pequeños ríos, mucho sol y también amenazantes nubes ennegrecidas que avisan la pronta presencia de las tormentas de verano con sus temibles rayos que pueden visualizarse desde kilómetros de distancia. Fue así que con la tormenta en ciernes es que pinchamos la tercer rueda en el día...noticia más que fatal ya que no contábamos con auxilio. Todavía no habíamos llegado a San Pablo de Lípez y mucho menos a San Antonio de Lípez, lugar donde descansaríamos y se harían los arreglos pertinentes. Todo parecía encaminarse a que tuvierámos que esperar largamente a que otro contingente nos alcanzara pero por suerte esta espera no duró más de 20 minutos. La solidaridad entre los choferes de distintas empresas es una regla que se mantendría todo el viaje ya que quedarse en el medio de la nada no es algo lindo para nadie.
Hilarión una y otra vez nos explicaba todos y cada uno de los lugares por donde pasábamos, el clima nos cuenta aquí es muy riguroso, frío inclusive en pleno verano. Tanto es así que al poco tiempo pasamos por un cementerio de animales que fueron producto de una gran nevada en el invierno del año 2003 que mató de hambre y frío a centenares de burros, llamas y ovejas.

Roslie en el cementerio de animales, atrás la tormenta que "se nos venía".

Cementerio de animales.

Desde este lugar y hasta San Antonio de Lípez la amenazante tormenta dejó de ser una amenaza para convertirse en una realidad, algunas veces con mayor intensidad otras con menor intensidad.
A las 17.30 llegamos al pueblo de San Antonio de Lípez, un pueblo situdado al Sudoeste del Dto. de Potosí a 4200 metros sobre el nivel del mar. Allí nos alojamos en un albergue básico bien equipado como para soportar la fría noche del altiplano. Paseamos un rato por el pueblo sacando fotos pese al mal tiempo, charlando con algunos chicos del lugar.

Roslie y el agreste paisaje de San Antonio de Lípez.

Los efectos de la altura no se hicieron notar para nada. Entretanto Axel al ver una canchita de fútbol "se emocionó" y pidió una pelota. Su prueba era convencerse de que la pelota no doblaba en altura. Efectivamente tomó carrera, le dió con toda la comba posible y la pelota salía disparada con mucha fuerza y derecho como una bala: conclusión "la pelota no dobla".

Axel en acción... "la pelota no dobla".

Por la noche cenamos una rica sopa preparada por Marcela y compramos unos gorros de lana de llama. Charlamos largamente con los chicos en un Inglés más que vergonzante por nuestra parte y en un castellano más que desastroso por parte de ellos.
La lluvia, que se hizo más intensa durante la noche, hacía peligrar posibles destinos del día siguiente eso fue lo último que nos dijo Hilarión antes de despedirnos. Sin embargo, eso solo sería posible dilucidarlo en el camino y para ello nos levantaríamos temprano a las 5 de la mañana al día siguiente.
La Historia continúa en el día 2.

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