Pasamos la segunda noche en el refugio de Huallajara, muy cerca de Laguna Colorada. El frío que hizo allí fue bastante importante, sin embargo, no se hizo notar en lo más mínimo. Como siempre antes de irnos a dormir vino Hilarión y nos comentó que al día siguiente deberíamos estar despiertos a las 5:30. Axel, como es su costumbre, se levantó más temprano que ningún otro, cuando todavía ni siquiera asomaban las primeras luces.
Las primeras luces harían que el resto de los integrantes de la excursión se levantaran y tomaran el rico desayuno que preparó Marcela una vez más. Al salir afuera se hizo evidente que la noche había sido muy cruda y que había nevado en las montañas que nos rodeaban.
Luego ya de desayunar nos subimos todos a la 4x4 y tomamos rumbo hacia el Desierto de Siloli. Previo a ello nuevamente pasaríamos por la Laguna Colorada la cual nos iba a regalar otra perspectiva con un cielo absolutamente despejado y con flamencos que sobrevolaban en las rojizas aguas de la misma.
Una vez habiendo abandonado este maravilloso espejo de agua nos adentraríamos cada vez más en la espesura del desierto de Siloli. Cientos de vicuñas nos acompañan de uno y otro lado del ¿camino?, cerros multicolores con picos nevados, aridez extrema, un cielo absolutamente azul y un sol que brillaba como nunca así es el entorno de un paisaje sublime.
Allí llegamos al Desierto de Siloli y a su formación pétrea más conocida denominada árbol de piedra. Allí estuvimos por término de más de una hora y media disfrutando todas y cada una de las imágenes que guardan nuestras retinas y ese silencio extremo que te pone la piel de gallina.
Estar allí, pararse en el medio de la nada, sentarse, observar hacia cada uno de los puntos cardinales, escuchar el sonido del viento, sentir esa paz que tiene el lugar sin dudas nos conectó y fue una de las experiencias más hermosas del viaje.
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