Tras una larga marcha por el camino de Antofagasta de la Sierra a Antofalla, llegamos al Abra desde donde se divisa el Salar de Antofalla y allá a lo lejos, un punto verde muy diminuto en la inmensidad del paisaje, el pueblo.
Sin dudas este fue uno de los grandes momentos vividos de las vacaciones y lo disfrutamos muchísimo.
Llegábamos nuevamente a Antofalla que en lengua Kunza significa lugar donde muere el sol.
Esta comunidad es considerada por la Ley Provincial Nº 5276 como "Comunidad Indigena Kolla Atacameña" y abarca el pueblo de Antofalla y los parajes de Loro Huasi, Las Quinuas, Botijuelas, Antofallita, Potrero Grande, Las Breas, Las Chacras, Aguas Dulces y Aguas Calientes. En dicha ley se reconoce el derecho preexistente como pueblo y el derecho a la tierra como territorio comunitario.
Allí estuvimos en el año 2006 en una excursión junto a otros amigos viajeros (Luciano, Juan Pablo, Micaela y su mamá). En esta ocasión junto a Fer y Morena nos quedaremos en dicho lugar por espacio de un día entero.
Aquí su historia.
Foto de archivo (Salar de Antofalla 2006).
Para nosotros volver a emocionarnos con estos paisajes y redescubrirlos ha sido una experiencia sumamente maravillosa. Después de permanecer en el Abra por espacio de más de diez minutos en donde nos tomamos un montón de fotos, emprendimos la bajada hacia el Salar. El camino se encontraba mucho más ensanchado y en mejores condiciones que la primera vez que lo surcamos allá por el año 2006.
El camino de bajada.
Fernando y Morena bajan en su camioneta.
Crisanto toca la piedra campana.
Cruzando el Salar de Antofalla.
Tras una larga bajada, cruzamos el Salar de Antofalla y llegamos a Antofalla. Al llegar nos encontramos con Rubén "Chicho" Reales, quien creía que era el Rubén Reales con quien había hablado. Anécdota aparte es que en un pueblo de tan sólo 45 habitantes hay dos Rubén Reales. Los niños acababan de terminar con sus clases - ellos tienen clases de Octubre a Mayo - con lo cual enseguida rodearon las camionetas para saludarnos. Entre ellos se encontraban Alfredito, Camila a quien no vimos después y los hijos de la Directora de la Escuela Nº 116 de Antofalla.
Bajamos nuestras cosas y nos alojamos en el Centro Cívico Kolla Atacameño. Mientras bajábamos nuestras mochilas y nos despedíamos de Crisanto, llegó Maribel Reales quien estaba a cargo del Centro Cívico y nos pidió unos minutos para acondicionar las camas.
Mientras Maribel ponia todo en condiciones, Roslie, Morena, Fer y yo nos juntamos a charlar con los chicos. Axel traía unos libros de textos para donar a la escuela, razón por la cual en un momento dado les preguntó por la mamá, que era la Directora, y les pidió que lo acompañen hasta la casa. Así fue que fui hasta la casa de Mirta que se encuentra al lado del antiguo establecimiento escolar y charlamos un rato. En ese momento recordaba a unos amigos de Facebook que son de Uruguay, Leticia y Octavio, que días antes habían estado en Antofalla y que llevaron una muy hermosa donación para los chicos de útiles, textos escolares, juguetes, ropa e incluso una computadora completa. Lejos de aquella hermosa donación y por no contar con medios propios para llevar más lo nuestro era mucho más humilde. Así fue que fuimos hacia las instalaciones de la nueva escuela.
Allí cursan tan sólo nueve niños y su directora es Mirta Reales a quien le llevamos los textos escolares que por suerte le fueron de utilidad. Por supuesto nos comprometimos a difundir la existencia de esta escuelita y el pedido de solidaridad para con los niños que en ella estudian, como así también poder llevar algo en otra ocasión.
Así fue que nos dejó en un papel anotado sus datos para aquellos que deseen enviarle una encomienda con elementos que puedan ser de su utilidad.
Fernando nos contaba que el había hecho una travesía solidaria a escuelas del Impenetrable Chaqueño y que realmente ellos no contaban ni con el tercio de las cosas que en Antofalla tenían. Evidentemente hay una deuda interna muy grande aún que va más allá de los fríos números de las estadísticas y que hay mucho por hacer.
Nos retiramos de la escuela nuevamente hacia el Centro Cívico Kolla Atacameño y preguntamos a Maribel por algún lugar donde nos puedan dar de comer. Nos dijo que iban a preparar algo de comer y que nos avisaban. Así fue que comimos en la casa de la mamá de Alfredito, Marta, a quien le habíamos contado de la alfombra que habíamos comprado en el 2006 a ella.
Luego de comer, volvimos y descansamos un rato bajo el hermoso sol de Antofalla. Desde el Centro Cívico tenemos esta hermosa vista a las Sierras de Calalaste.
Una vez descansados comenzamos a caminar y recorrer un poco el pueblo. Primero lo hicimos por las solitarias callecitas y luego emprendimos la subida al cerro donde se encuentra el cartel que reza "Bienvenidos a Antofalla". Lo cierto es que la primer parte se sube muy facilmente pero luego sobreviene una subida muy empinada que nos hizo desistir del intento.
A esta breve recorrida le siguió una salida al Salar de Antofalla donde visitamos los fabulosos Ojos de Campo.
Nuestra idea inicial era continuar hacia las Vega Botijuelas y Las Quinuas. En el camino nos encontramos con una huella que decía Volcán y decidimos experimentar hacia donde nos llevaba.
Transitamos por la misma hasta un profundo badén, lugar en el cual decidimos pegar la vuelta. Ya nuevamente en el Salar de Antofalla teníamos dos opciones: visitar Botijuelas y Las Quinuas o volver a Antofalla. En vista a que eran las 18.50 horas, desaconsejé continuar camino a Botijuelas y Las Quinuas en virtud de que nos soprendería la noche en el camino.
Así fue que nos volvimos nuevamente a Antofalla y comprobamos el porque es el "lugar donde muere el sol".
Cae la noche y con ella sobrevienen las únicas horas de luz eléctrica que tienen - sólo tres horas -. Afuera la temperatura baja de los casi 20 grados que habían antes de la puesta del sol a poco más de 10. Una casa camino a lo de Marta registra la temperatura con un termómetro en su puerta.
Comemos en lo de Marta, mientras ellos ven la televisión. Están tan concentradas en la novela que no quieren perderse un momento, ni siquiera para pagarles. "Me pagan mañana cuando vengan a desayunar" nos dice y suena lógico era "su" momento y nosotros somos simples visitantes. A nuestra vuelta al Centro Cívico estaba Maribel quien espera atender el teléfono y mientras tanto chequea su Facebook.
Nosotros elegimos salir y ver el cielo infinito de estrellas. La noche es muy agradable, algo fresca, con poco viento. Pronto, sin embargo, sobrevendrá el viento y el frío se impondrá como siempre en estas latitudes y eso marcará el fin inexorable del día nuestro allí.
¡Qué lindo Antofalla! Se lo ve muy pero muy prolijo y moderno.
ResponderBorrarLástima que la vida sea tan dura por esos lugares, más por el clima.
Por suerte hoy en día muchos de los asentamientos puneños están bastante bien equipaditos y, a su vez, reciben ayuda de turistas solidarios como ustedes. FELICITACIÓNES!!!
(Qué "entradita" te mandaste, Axel!).