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YA EN EL DESIERTO (DIA 3) Primera Parte.

Pasamos la segunda noche en el refugio de Huallajara, muy cerca de Laguna Colorada. El frío que hizo allí fue bastante importante, sin embargo, no se hizo notar en lo más mínimo. Como siempre antes de irnos a dormir vino Hilarión y nos comentó que al día siguiente deberíamos estar despiertos a las 5:30. Axel, como es su costumbre, se levantó más temprano que ningún otro, cuando todavía ni siquiera asomaban las primeras luces.


Las primeras luces harían que el resto de los integrantes de la excursión se levantaran y tomaran el rico desayuno que preparó Marcela una vez más. Al salir afuera se hizo evidente que la noche había sido muy cruda y que había nevado en las montañas que nos rodeaban.



Luego ya de desayunar nos subimos todos a la 4x4 y tomamos rumbo hacia el Desierto de Siloli. Previo a ello nuevamente pasaríamos por la Laguna Colorada la cual nos iba a regalar otra perspectiva con un cielo absolutamente despejado y con flamencos que sobrevolaban en las rojizas aguas de la misma.
Una vez habiendo abandonado este maravilloso espejo de agua nos adentraríamos cada vez más en la espesura del desierto de Siloli. Cientos de vicuñas nos acompañan de uno y otro lado del ¿camino?, cerros multicolores con picos nevados, aridez extrema, un cielo absolutamente azul y un sol que brillaba como nunca así es el entorno de un paisaje sublime. 
Allí llegamos al Desierto de Siloli y a su formación pétrea más conocida denominada árbol de piedra. Allí estuvimos por término de más de una hora y media disfrutando todas y cada una de las imágenes que guardan nuestras retinas y ese silencio extremo que te pone la piel de gallina. 
Estar allí, pararse en el medio de la nada, sentarse, observar hacia cada uno de los puntos cardinales, escuchar el sonido del viento, sentir esa paz que tiene el lugar sin dudas nos conectó y fue una de las experiencias más hermosas del viaje.

 

21 de marzo de 2008

YA EN EL DESIERTO DIA 2 (Segunda Parte).

Después de pasar la barrera del Parque Nacional Eduardo Avaroa seguimos camino en dirección a los pueblos de Quetena Chico y Quetena Grande. Se tratan de dos pueblos minúsculos que tienen 480 habitantes y 161 habitantes respectivamente. Si leyeron bien Quetena Chico es más grande que Quetena Grande, ¿loco no?. Estamos a 4180 metros sobre el nivel del mar y en dirección hacia una de las partes más hermosas del recorrido. El buen tiempo ayuda a que avancemos rápidamente hacia Kollpa Laguna. Se trata de una laguna cuyo producto principal, la Kollpa, es usado como materia prima de detergentes.
Antes de llegar allí nos detuvimos a tomarnos unas fotos en el medio del fantástico paisaje desértico con el fondo de una manada de vicuñas. El buen tiempo nos acompañaba, sin embargo, la presencia de una cercana tormenta nos indicaba la señal de que ese espléndido sol no nos acompañaría por mucho tiempo más.


Llegados a Kollpa Laguna ya el cielo era de un gris plomizo y a lo lejos podían observarse como caían los rayos y se escuchaban el rugido de los truenos en el medio del desierto. La lluvia no se hizo esperar demasiado, fueron primeros unas gotas, luego un aguacero importante que nos acompañó en gran parte del camino en el Salar de Chalviri.
Al mediodía llegamos a las termas del Río Amargo, el tiempo estaba muy malo, frío, con grandes amenazas de tormentas eléctricas a lo lejos. Sin embargo, esto no fue prohibitivo para que Axel se metiera en las termas a tomar un baño de 15 minutos y disfrutar de una fuente termal cuya agua estaba a una temperatura muy distinta de la que había en el ambiente.

Axel en la pileta termal, a la izquierda nuestro amigo Joseph Rinaldi.


El lugar en donde se emplazan las termas está muy bien equipado con vestuarios y un comedor. Las normas sobre el cuidado de esa pileta termal son estrictas, nada de baños con fines de higienizarse, nada de jabón, ni de productos químicos que dañen la pureza de estas ni que las contaminen.

Luego de ese placentero baño nos fuimos a almorzar en el refugio. Allí comimos y charlamos un poco acerca de como iba a seguir el viaje. Hilarión allí nos comunicó que sería casi imposible llegar a Laguna Verde dado a que la tormenta que se abatía en la zona venía desde allí, sin embargo intentaríamos llegar. Fue así como nos fuimos mientras Marcela levantaba la mesa. Hilarión al verlo tan entusiasmado a Axel lo invitó a ser su copiloto, tomando así el otro lugar de adelante.

Al salir ya la tormenta la teníamos encima nuestro. Intentaríamos, aunque fuera muy difícil llegar a Laguna Verde.

Camino al Desierto Salvador Dalí desde Río Amargo.



Al llegar al Desierto Salvador Dalí la visibilidad era casi nula. Antes de bajar del jeep nos contaba Hilarión que este desierto se lo denominó así porque hay un cuadro de Salvador Dalí que pintó un paisaje muy similar a este a pesar de no haberlo conocido nunca. En honor a ello la zona es conocida con este nombre.
Tomamos coraje y bajamos del jeep. La visibilidad era nula, el viento y el frío eran terribles, la niebla era muy espesa y encima granizaba. Las pocas fotos que pudimos tomar documentan la rudeza de esta tormenta que nos impidió seguir en dirección a la Laguna Verde.


Roslie en el Desierto Salvador Dalí.

Así se presentaba ante nuestros ojos el Desierto Salvador Dalí.

Volvimos con las ganas de conocer a la Laguna Verde para pasar a buscar a nuestra cocinera, Marcela, por el refugio de Río Amargo.

Seguimos camino en dirección a los Geiseres denominados Sol de Mañana. Ni sol ni mañana, el frío era terrible. Estábamos a 5013 metros sobre el nivel del mar.

Roslie y una muestra elocuente del frío y el viento en Sol de Mañana.

El olor a azufre era claramente percibido desde adentro del coche y el frío dentro de él hablaba claramente de que afuera habría sin lugar a dudas algunos grados bajo cero. Afuera el intenso viento y la caida de algunos pequeños copos de nieve no impedían que los geiseres cesaran de echar humo y que el suelo burbujeara. Tomamos coraje y bajamos. Las pocas fotos allí tomadas también documentan la rudeza del clima. Tommer y Joseph apenas si salieron del auto por unos segundos, Roslie alcanzó a tomar algunas fotos y muerta de frío volvió al jeep y Axel se quedó por espacio de un minuto más. Habríamos de vencer a ese terrible muro psicológico que es la altura, sin embargo el crudo frío de la montaña nos vencería a nosotros en un puñado de minutos.

Axel literalmente volado por el viento en los Geiseres Sol de Mañana.

El burbujeante suelo de los geiseres.

Geiseres Sol de Mañana.

Subidos nuevamente al jeep nos fuimos en dirección a Laguna Colorada. Allí Hilarión nos dejaría por un largo rato y nos indica el punto de encuentro:

- Ven aquella punta, bueno allí nos encontramos.

Pese a que el tiempo no nos acompañaba y que el sol era el gran ausente el paisaje se presentaba maravilloso. Había en ella miles de flamencos (según nos explicaron conviven allí tres especies: la Chilena o Totoco, la Andina o Jututu y la Parina Chica o Chururu) que posaban una y otra vez para la foto y otros que lo hacían en pleno vuelo rasante sobre la superficie de una laguna de color rojo pálido. Algunas especies de aves además de los flamencos, llamas y alpacas completaban un paisaje mágnifico en la soledad de las montañas. Caminamos, sacamos fotos y disfrutamos en ese mini trekking de dos kilómetros hasta llegar al Jeep de Hilarión donde nos esperaba junto a Marcela.


Vista de la Laguna Colorada.

Llama en la orilla de la Laguna Colorada.

Axel en la Laguna Colorada.


Roslie en la Laguna Colorada.


Los flamencos rosados y sus distintas especies "copan" el paisaje de la Laguna Colorada.

Isla de Bórax en la Laguna Colorada. Antiguamente esta laguna era explotada por borateras. En la actualidad por encontrarse en la Reserva Eduardo Avaroa no hay más actividad minera.


Ya llegados al jeep nos dirigimos al refugio de Huallajara a tres kilómetros al suroeste de la Laguna Colorada. El refugio contaba con muy buenas instalaciones, baños limpios (aunque sin duchas) e inclusive una antigua salamandra a la que pusimos a funcionar durante la noche junto con otros viajeros.
Las pésimas condiciones climáticas no se hicieron notar dentro del regugio aunque a la mañana siguiente nos diéramos cuenta de cúan crudo fue el clima durante la noche.

17 de marzo de 2008

YA EN EL DESIERTO: DIA 2 (Primera Parte).

Roslie en el día anterior en la Iglesia de San Antonio de Lípez.

La noche en San Antonio de Lípez fue bastante buena. Afortunadamente no supimos ni conocimos lo que es una fría noche en la altura merced a que el albergue estaba lo suficientemente bien equipado como para pasar la noche sin el menor contratiempo. La bolsa de dormir que en principio nos recomendaron llevar y usar la usaríamos pero en honor a la verdad no era tan necesaria y de hecho no la usaríamos nunca más.
Había llovido toda la noche y eso hacía temer lo peor en el viaje que era que los caminos estuvieran muy malos. Esto fue advertido por Hilarión que como buen guía responsable siempre nos alertó de las situaciones que podrían configurar un peligro.
A las 5 de la mañana ya estábamos levantados como para tomar nuestro desayuno y con las primeras luces del día saldríamos. Si el frío no fue algo significativo durante la noche si lo fue al amanecer y podemos decir que ha calado hasta en los huesos a medida que nuestro viaje se hacía cuesta arriba.
El camino por lo pronto no se presentaba tan malo y eso significaba un buen signo ya que nos perimitiría ir hacia los lugares previstos en la excursión. El Cerro Lípez totalmente nevado en su pico nos habla de una noche muy fría.
En el transcurso del camino llegó un momento que era ya no un camino sino un barreal en el medio de un precipicio angosto. Esto motivo que la camioneta se quedara atrancada.
Chau sonamos nos quedamos en el medio del camino pensábamos. Hilarión salió colocó cadenas, le dió potencia y...nada. Puso la primera baja le dió con todo y de golpe comenzó a salir pero de manera resbaladiza, hacia un costado con la trompa hacia la montaña. Fueron solo unos cinco segundos, talvez diez, en los que parecieron una eternidad en donde todos nos dijimos menos mal, porque el precipicio estaba ahí nomás. Los reflejos y la pericia de Hilarión hicieron de este susto solo una anécdota.
Llegados al Pueblo Fantasma de San Antonio del Nuevo Mundo lo que vimos fue algo estremecedor: un paisaje de una belleza sin igual a 4.690 metros sobre el nivel del mar con montañas de uno y otro lado cubiertas de nieve y ese paisaje tan típico de la altura donde los pastos apenas si crecen y completando este escenario el desolado y antiguo pueblo abandonado que supo ser otrora un centro minero. Las casas antiguas se pueden distinguir de las más "nuevas", las primitivas casas hechas en piedra apilada y techo de paja, las más nuevas hechas con ladrillo asentado en barro y pintadas o lo que pareciera que en algún momento contaron con pintura. En el centro del pueblo abandonado la fachada de una iglesia yace como todo el pueblo: en ruinas.

Vistas del Pueblo Fantasma de San Antonio del Nuevo Mundo.

Axel accedió a algunas de las casas antiguas y pudo constatar desde adentro las características constructivas de las mismas. Si bien se hacían piedra sobre piedra sin que medie ningún tipo de material que las uniera, eran un muy buen refugio contra los fríos vientos. contaba con una entrada única, muy angosta, el piso asentado en tierra, el techo de paja asentada en tortas de barro y algunos troncos que hacian la veces de tirantes. Allí encontro algunos vestigios de civilización reciente, probablemente de algún pastor que haya pasado la noche refugiado en ella.

Vista de una de las antiguas casas una de las mejores conservadas ya que conservaba gran parte de su techo.

El viaje continuó su camino y a medida que subíamos mayor fue el frío. En el camino podían denotarse algunos restos de nieve y más arriba podían verse varios picos nevados entre ellos, todavía un poco lejos, el Volcán Uturruncu de 6.005 metros de altitud.
La nieve ya se hacía presente a nuestra vista al costado del camino.
Axel felíz con el viaje pero al parecer estaba con bastante frío.

En el altiplano todo cambia a medida que uno desanda en el camino por esta razón es que no hay que perderse ni el más mínimo detalle. Esto lo habíamos escuchado mil veces y la verdad es que es así. Durante el trayecto y en el lapso de unos pocos Km. pasamos de un día que pintaba con algunas nubes a un día con nieve y con tormentas intensas en la montaña a un día totalmente díafano al llegar al mirador del Torreón donde puede observarse en todo su esplendor cerros nevados. Estábamos como lo dice la imagen a 4855 metros sobre el nivel del mar. Nuestro estado más que excelente.

El camino ya discurrió entre hermosos y coloridos cerros, con un cielo totalmente despejado y buen clima en general que nos acompañaría por un largo trecho.
Finalmente hemos llegado a la entrada de la Reserva Eduardo Avaroa donde una barrera nos indicaba el inicio de la misma.

13 de marzo de 2008

DESPIDIENDO A TUPIZA, DIA 1 EN EL DESIERTO.





Fotos de la zona de El Sillar (Tupiza).

El 15 de Enero, bien temprano, nos levantamos con el fin de dejar Tupiza y emprender la excursión de 4 días por los lugares más asombrosos que tiene Bolivia. Desayunamos, buscamos algunas botellas de agua mineral, algunos caramelos y chocolates y ordenamos nuestros bolsos como para subirlos al jeep 4x4 que nos esperaba en la puerta del hotel. Junto a nosotros viajaban dos chicos más Tommer, de Israel y Joseph de los Estados Unidos.
Puntualmente a las 9 salió el jeep del hotel, al mando del mismo se encontraba Hilarión y Marcela sería nuestra cocinera. Pronto trabamos conversación con ellos mientras abandónabamos a la hermosa ciudad de Tupiza.
Cuando supieron que éramos Argentinos una de las primeras conversaciones que se impusó fue hablar de fútbol con Hilarión quien nos confesó ser hincha de San Lorenzo de Almagro. Explicaba que "acá mucha gente es hincha de algún club Argentino porque alguna vez residió en Argentina y se hizo de algún equipo, por eso van a ver muchos que son de Boca, muchos de San Lorenzo"....y bromeando agregó "pero ninguno de River". Risas van, risas vienen, llegamos a la primer maravilla que la naturaleza nos da a tan solo tres kilómetros de Tupiza: la Quebrada de Palala. Siguiendo por un camino de cuesta, 14 km. más adelante, nos encontramos con un mágnifico mirador natural: El Sillar. Desde allí puede observarse hacia el sur todo el valle Tupiceño: a lo lejos Tupiza, Toroyoj, Palquiza, Chacopampa, Quiriza y otros parajes más. Un paisaje sin lugar a dudas maravilloso enmarcado por extrañas formaciones rocosas, fértiles valles y el Río San Juan. Los paisajes y las imágenes que se suceden una tras otra nos hablan sin lugar a dudas de un viaje muy prometedor.

El camino.

Seguimos y en el camino fuimos víctimas de algo previsible pero que uno nunca desea: pinchar una goma, la trasera derecha. Rápidamente, y dándose manos a la obra, Hilarión cambió la rueda y seguimos.

Roslie en el lugar que paramos por la pinchadura, atrás Hilarión cambiando la rueda.

A las 11 pasamos por el pueblo de Cerrillos, un pueblo verdaderamente diminuto y muy pintoresco que parecía sacado de una película del lejano oeste. La paz de este pequeño pueblo fue sin lugar a dudas alterada con nuestra visita. La bajada del chico que descansaba plácidamente en la torre de la campana de la iglesia es sin lugar a dudas un signo de nuestra presencia que alteraba el ritmo del lugar.

Capilla de Cerrillos.

Pueblo de Cerrillos.

Luego de sacar algunas fotos seguimos viaje, por momentos el camino resultaba algo duro y al cabo de estar como unas dos horas de camino volvimos a tener nuestro segundo infortunio: la misma rueda vuelta a pinchar. Dos gomas pinchadas esta vez parecíamos sonados ya que encima el diagnóstico fue que la rueda era inservible. Hilarión, que no es un improvisado, se arremangó y le puso parche a la rueda, gracias a ello pudimos seguir, previo al almuerzo que hicimos aprovechando la parada obligada. Sin embargo ya estábamos advertidos una rueda más que tuviera problemas equivaldría a estar lisa y llanamente en el horno con papas.
El paisaje del altiplano pese a su supuesta monotonía es constantemente cambiante ante la mirada aguda. A lo largo de este se pueden observar distintos colores, manadas de llamas, rebaños de ovejas, cabras, burros, algunos suris que corren rápidamente a mimetizarse entre las rocas y la pobre vegetación de altura, huidizas vicuñas, pequeños ríos, mucho sol y también amenazantes nubes ennegrecidas que avisan la pronta presencia de las tormentas de verano con sus temibles rayos que pueden visualizarse desde kilómetros de distancia. Fue así que con la tormenta en ciernes es que pinchamos la tercer rueda en el día...noticia más que fatal ya que no contábamos con auxilio. Todavía no habíamos llegado a San Pablo de Lípez y mucho menos a San Antonio de Lípez, lugar donde descansaríamos y se harían los arreglos pertinentes. Todo parecía encaminarse a que tuvierámos que esperar largamente a que otro contingente nos alcanzara pero por suerte esta espera no duró más de 20 minutos. La solidaridad entre los choferes de distintas empresas es una regla que se mantendría todo el viaje ya que quedarse en el medio de la nada no es algo lindo para nadie.
Hilarión una y otra vez nos explicaba todos y cada uno de los lugares por donde pasábamos, el clima nos cuenta aquí es muy riguroso, frío inclusive en pleno verano. Tanto es así que al poco tiempo pasamos por un cementerio de animales que fueron producto de una gran nevada en el invierno del año 2003 que mató de hambre y frío a centenares de burros, llamas y ovejas.

Roslie en el cementerio de animales, atrás la tormenta que "se nos venía".

Cementerio de animales.

Desde este lugar y hasta San Antonio de Lípez la amenazante tormenta dejó de ser una amenaza para convertirse en una realidad, algunas veces con mayor intensidad otras con menor intensidad.
A las 17.30 llegamos al pueblo de San Antonio de Lípez, un pueblo situdado al Sudoeste del Dto. de Potosí a 4200 metros sobre el nivel del mar. Allí nos alojamos en un albergue básico bien equipado como para soportar la fría noche del altiplano. Paseamos un rato por el pueblo sacando fotos pese al mal tiempo, charlando con algunos chicos del lugar.

Roslie y el agreste paisaje de San Antonio de Lípez.

Los efectos de la altura no se hicieron notar para nada. Entretanto Axel al ver una canchita de fútbol "se emocionó" y pidió una pelota. Su prueba era convencerse de que la pelota no doblaba en altura. Efectivamente tomó carrera, le dió con toda la comba posible y la pelota salía disparada con mucha fuerza y derecho como una bala: conclusión "la pelota no dobla".

Axel en acción... "la pelota no dobla".

Por la noche cenamos una rica sopa preparada por Marcela y compramos unos gorros de lana de llama. Charlamos largamente con los chicos en un Inglés más que vergonzante por nuestra parte y en un castellano más que desastroso por parte de ellos.
La lluvia, que se hizo más intensa durante la noche, hacía peligrar posibles destinos del día siguiente eso fue lo último que nos dijo Hilarión antes de despedirnos. Sin embargo, eso solo sería posible dilucidarlo en el camino y para ello nos levantaríamos temprano a las 5 de la mañana al día siguiente.
La Historia continúa en el día 2.