Dejamos atrás el pueblito de Caucharí y tomamos la Ruta Provincial 27 en dirección a Salar de Pocitos, lugar donde nos detendríamos nuevamente. Atrás quedaba la Ruta Nacional 51 y también la tormenta. El camino del tramo de esta ruta se presentaba bastante aceptable, con algo de serrucho y piedras sueltas pero nada que pudiera significar una complicación.
El paisaje discurría en su monotonía, razón que en este tramo impulsó más que nada a que tuviéramos un buen diálogo con José y con Jorge quien intervenía esporádicamente en la conversación confirmando algunos datos como por ejemplo la cantidad de habitantes que tiene Caucharí, la cual apenas superan el centenar de almas. "Alguna vez Caucharí fue más importante, llegó a tener mucha más gente por el tema de la explotación minera" nos comentaba Jorge quien recordaba los tiempos en que el Ferrocarril Belgrano funcionaba. Hoy esas vías penan entre el abandono y el olvido. y allí están solitarias soportando las inclemencias del tiempo esperando a que alguien las vuelva a reactivar algún día.
Seguimos viaje y entre tanta charla llegamos a la Estación Laguna Seca, lugar en donde José bromeaba sobre la existencia de un fantasma en la intacta estación.
Unos veinte kilómetros más adelante de Estación Laguna Seca se encuentra el pueblo de Salar de Pocitos.
Salar de Pocitos es un pueblo en donde convergen las rutas Provinciales 17, 27 y 129. La 17 proviene desde la frontera con Catamarca, se trata ni más ni menos que de la continuación de la Ruta Provincial 43 de Catamarca la cual lleva a Antofagasta de la Sierra, la 129 es la que proviene de San Antonio de los Cobres vía Santa Rosa de los Pastos Grandes y Abra de Gallo y la 27 es la que venimos nosotros y la que seguimos para acceder a Tolar Grande y que va desde Caucharí hasta Mina La Casualidad. Por esta última Ruta también se puede llegar al Paso Socompa tomando en Caipe el desvío de la Ruta Provincial 163 la cual comunica Taca Taca con Socompa, pasando por Caipe en donde se cruza con la 27.
Allí cuando llegamos a Salar de Pocitos paramos para ir a lo de Doña María, quien brinda alojamiento al puñado de visitantes aventureros que llegan a estos lares, para dejarle el encargue que le hizo a José el cual consistía en una bolsa de hojas de coca.
Amablemente María nos invitó a pasar a su casa en la cual estuvimos tan solo un instante. Luego salimos afuera a tomar algunas fotos del pueblo cuyo silencio era perturbado por un grupo de chicos que jugaban y que andaban en bicicleta de una punta a la otra del mismo haciéndose ver para que les saludemos y les tomáramos alguna foto.
Todo el pueblo se resume en unos pocos metros en donde confluyen los caminos, las vías del tren con su estación abandonada, las casas, una iglesia, la escuela, una cancha de basquet, dos de fútbol y un poco más lejos una empresa minera que extrae mineral en el Salar de Pocitos.
El pueblo tiene como uno de los telones de fondo las siluetas de las montañas que aunque enormes y cercanas que parezcan no lo están tanto. La más importante de todas y que vigila a estas almas como si ella fuera su custodia es el Nevado del Quewar, montaña que por otra parte es sitio sagrado o santuario de altura.
Axel al ver la canchita de fútbol no dejó pasar la oportunidad para hacerse el que estaba atajando, como en otros tiempos, primero haciendo que formaba una barrera mostrando su mano como indicando cinco y luego como si estuviera yendo en búsqueda de una pelota que solo en su imaginación para la foto existía.
Luego de este gracioso set fotográfico nos fuimos caminando por la ruta en dirección a la salida/entrada (según desde donde uno lo mire) del pueblo para buscar uno de los carteles más famosos de esta ruta que es el que indica las distancias entre Salar de Pocitos y Tolar Grande (86 Km.), entre Salar de Pocitos y Caipe (148 Km.) y entre Salar de Pocitos y Mina La Casualidad (215 Km.). Coronado con una cornamenta de un cordero el cartel y el paisaje advierten de sus peligros, pero también de su belleza incomparable.
José quien sale junto a Jorge y su hijo de lo de Doña María advierte que estamos en el cartel distante unos 300-400 metros aproximadamente. Las cosas que habrá dicho José de estos dos incorregibles turistas en ese momento la verdad no lo sabemos.
La verdad nos arrepentimos de no haber podido saludarla y despedirnos, no va a faltar ocasíón seguramente.
Nosotros quisimos en ese momento disfrutar del maravilloso entorno y de su tierra por que como a decir de Don Atahualpa Yupanqui "Para el que mira sin ver la tierra es tierra, no más" y nosotros estábamos "mirando y viendo" y disfrutando con todos los sentidos de ese sobrecogedor paisaje.