10.15 horas, abandonamos Caipe rumbo a Mina Julia. Para evitar el serpenteo permanente del camino asfaltado de Caipe hasta el empalme con la Ruta Provincial 163, es que tomamos una huella que corta camino entre las montañas. Poco a poco las figuras de la solitaria estación se van desvaneciendo en el paisaje y sólo se puede apreciar a lo lejos alguna señal ferroviaria y la traza de las vías como una herida en las montañas. Allí dejamos solitaria nuevamente a Caipe otra vez, la tercera desde el año 2009, la cuarta en lo que a mi - Axel - respecta.
Al llegar al empalme con la Ruta Provincial 163 que conduce a Socompa, seguimos por el camino asfaltado que nos conduce al Establecimiento de La Casualidad. Estaba previsto primero ir a Mina Julia ya que al hacerlo primero no debíamos temer por el frío al atardecer, ni por algún que otro imprevisto en el camino que nos impidiera llegar. Por esa razón fuimos directamente desde Caipe a Mina Julia y luego iríamos a La Casualidad.
En todo el camino desde Caipe ya podía sentirse el característico olor a azufre que nos acompañaría de ahora en más.
La Ruta Provincial 27 en este tramo se encuentra asfaltada y el asfalto, que ha resistido los embates del clima de la Puna y el abandono durante más de tres décadas, se presenta en muy buen estado.
Mientras tanto una sucesión de bellos paisajes con la presencia de cerros de diversos colores, escoria volcánica, salares, ojos de agua en los que se juntan algunas vicuñas, salares, el cielo absolutamente azulado y las montañas multicolores con azufre en el fondo conjugan un escenario que nos maravilla, nos deslumbra y nos enamora tanto como la primera vez.
Una hora exacta después de nuestra partida de Caipe, llegamos al mirador del Salar de Río Grande. Allí a lo lejos puede divisarse como baja de la montaña una línea amarilla que marca el camino por donde bajaban las vagonetas que llevaban el mineral de Mina Julia a La Casualidad. El marco es espectacular y tanto Jean Claude como Patricia no paran de sacar fotos a todo esto que ven y que no pueden creer.
Allí a lo lejos, en lo alto de la montaña, donde la misma se la ve furiosamente amarilla es hacia donde vamos. Ese lugar que sabrá de historias de sacrificios, de alegrías, de tristezas infinitas al tener que dejarlo todo, de ejercicio de soberanía y de conflictos con el vecino país.
Vamos apuntándole a la montaña y así es como llegamos al Establecimiento de La Casualidad el cual pasamos de largo para luego visitarlo. No obstante, no podíamos dejar de tomar algunas fotos de la entrada al lugar. Ya nada queda de esa entrada que pueden verse en
fotos antiguas en donde un arco da la bienvenida con el nombre de Establecimiento Azufrero Salta.
Seguimos mientras Jean Claude y Patricia se conmueven con las primera imágenes de La Casualidad, ese pueblo que la dictadura hizo desaparecer. Nos separan por camino 25 Km. hasta Mina Julia. En el mismo, una y otra vez nos encontraremos con la línea de azufre que señalaba el paso del cablecarril que el tiempo y el permanente saqueo se encargó de su triste destino.
Desde lejos se ve solo la escoria de azufre que iba derramando el cablecarril pero al acercarse uno puede ver en varios tramos los cables tensores de dos pulgadas de grosor tirados en la montaña. También pueden observarse líneas de electricidad que iban de La Casualidad a Mina Julia para abastecer a esta.
Mientras ascendemos un paisaje absolutamente deslumbrante viene hacia nuestras retinas una y otra vez.
En un momento dado hacemos una pausa a nuestra montañas de azufre para poder disfrutar del auténtico coloso de la Puna: el Volcán Llullaillaco, esa auténtica mole sagrada de 6739 metros de altura que se erige frente a nosotros majestuosa e imponente. Nunca antes habíamos estado tan cerca. La emoción cala en los huesos al igual que el fresco viento de la Puna.
A partir de aquí nos acompañaría su inmensa silueta en una parte importante del camino. Sin dudas es difícil poder repartirse para sacarle fotos a toda la belleza que se encuentra a nuestro alrededor. No salimos de nuestro asombro frente a tamaña obra de la naturaleza y, a la vez, pienso y reflexiono acerca del contenido y la significancia de eso a lo que llamamos "hacer Patria" y como estos hombres y mujeres que trabajaban en Mina Julia o en La Casualidad hacían de ese postulado una realidad de todos y cada uno de sus días hasta que una dictadura los obligó a ese penoso exilio en su propia tierra.
Estamos en una parte del "techo de América" acercándonos a la Cordillera de los Andes, camino al Cerro Estrella. La emoción bulle por nuestras venas y las expresiones de goce, silencios, asombro, alegría y tristeza se apoderan de nosotros. Los ojos se humedecen en algunos casos frente a tanta magnificencia, y en otros, como Patricia directamente dan rienda suelta a que una lágrima recorran sus mejillas. No se trata ni del viento, ni una basurita que moleste el ojo, es emoción en estado puro.
Nos acercamos y nos alejamos así es el camino serpenteante que nos lleva a Mina Julia. Estamos llegando a los 5000 metros de altitud sobre el nivel del mar pero ello no se nota en los organismos de ninguno de nosotros. Seguimos apuntándole al cielo y al Cerro Estrella con la camioneta de Lorenzo que maneja en silencio e hiper concentrado mientras suena música Andina en su MP3.
Por momentos podemos advertir la presencia de las instalaciones de Mina Julia ubicada a 5230 metros sobre el nivel del mar, doscientos veinte metros menos que la cima del Cerro Estrella ubicado a 5450. Allí aparecen por momentos las siluetas de lo que alguna vez fue el establecimiento de extracción de azufre más grande de la República Argentina. Estamos llegando a uno de nuestros grandes objetivos del viaje, en el confín de nuestra frontera...Mina Julia.