21 de febrero de 2008

EL VIAJE EN TREN A TUPIZA.

El viaje en tren se puede resumir en varias etapas. La primer etapa, previa al viaje, que fue la del envío de e mails para solicitar la reserva de los pasajes. En esta escribimos a varias direcciones, a saber: jlvasquez@fca.com.bo; jctaborga@fca.com.bo; lduchen@fca.com.bo; emac@fca.com.bo; efasa@fca.com.bo; pasajeros@fca.com.bo y boleteriavz@fca.com.bo; de la que nos han contestado, bastante rápido, dos empleados de Ferrocarriles de Bolivia, Empresa Ferroviaria Andina (FCA): José Luis Vásquez y José Taborga. Ambos nos han orientado de mil maravillas, nos explicaron que las reservas se hacían para la categoría ejecutiva y nos han contestado todas y cada una de las consultas que le hemos hecho. Remitieron el e mail de solicitud de reserva a todas estas direcciones de modo tal que estuvieran todos enterados e hicieron la misma para el 14 de enero a las 15.30 en el tren Wara Wara del Sur; coche 1564 asientos 39-40. Hasta acá todo perfecto.

La segunda parte comienza el 14 de enero propiamente dicho. Apenas pasamos la frontera pedimos un plano de Villazón que lamentablemente nunca lo pudimos conseguir. Seguimos todo derecho por Av. Argentina, que luego se transforma en Av. 20 de Mayo y más allá de esta en Av. Antofagasta y nos fuimos hasta la estación de trenes a buscar nuestros boletos. Nos acercamos al mostrador, le comentamos que habíamos reservado, nos pidieron los documentos para constatar nuestras identidades e hicieron la correspondiente factura con los pasajes. 38 Bolivianos cada uno, total 76 Bolivianos, plin caja.
Segunda etapa con un final feliz.
Nuestra elección por el tren se debía básicamente a tratar de viajar cómodos, rápido y sin inconvenientes. Podíamos haber elegido viajar en micro por 15 Bolivianos cada uno pero nos habían advertido de lo malo que era el camino de Villazón a Tupiza. Después cuando nos volvimos de Potosí a Villazón verificaríamos que no era para tanto... ¡si lo hubiéramos sabido antes!...
Luego de pasear un rato, cambiar algo de plata, comprar algunas cosas, descansar y comer nos fuimos a la estación de trenes. Ya a las 14 horas el tren estaba haciendo las primeras maniobras, la sala de espera estaba llena y el andén aún no se había habilitado. A eso de las 14.45 habilitan el paso hacia el anden. Allí nos tomamos unas fotos y verificamos que podían dejarse los bolsos en un guarda equipajes que nunca nos dijeron que existía. Un detalle menor al que le restamos importancia aunque nuestras espaldas dijeran lo contrario.
A las 15.15 habilitaron las entradas a los coches del tren y nos subimos. Hasta aquí todo, absolutamente todo perfecto. Nos acomodamos, reclinamos los asientos y en una de esas vemos que se acerca una señora buscando su asiento. ¡Zas! ella tenía nuestro asiento y nosotros teníamos el de ella, el problema era que era para dos y no para tres. Ella iba a Oruro y nosotros nos bajábamos mucho antes, en Tupiza.
Axel se acerca al guarda le avisa del inconveniente, la contesta con un ya ya (ia ia) y punto. Vuelve al asiento en el medio del dialogo con Roslie en donde le cuenta que ni le dio bola se acerca un chico que iba a Oruro. Iba acompañado de su abuelo que lo despedía. El chico cuando vio que tenía ocupado sus asientos se ofuscó bastante y decía
-¡cómo yo reservé los boletos el año pasado!
a lo que le contestamos que nosotros también los habíamos reservado hacía más de un mes.
Se fue y al rato y vuelve con el jefe de estación quien nos hace retirarnos de nuestros asientos, llevándonos tres asientos más adelante en donde la ventana no podían abrirse y terminamos muriéndonos de calor. La peor parte la sufrió la señora que vino primero, discriminada lamentablemente por su condición de chola y que apenas podía darse a entender en castellano.
Le dijeron:
-Ud. venga mamita
y se la llevaron vaya a saber a donde, cuando había pagado por un viaje en clase ejecutiva. Realmente patético.
Todo lo bueno que previamente se había hecho se derrumbaba en unos pocos minutos.

El tren salió puntualmente a las 15.30 horas, ni un minuto más ni un minuto menos. No es algo del otro mundo pero tampoco era malo el servicio. Realmente era muy limpio, el personal pasaba a cada rato un trapo de piso en los pasillos de los coches, el buen olor reinaba en el ambiente. Pero algo siempre fallaba, los asientos a los que fuimos reasignados no reclinaban, las ventanas no se abrían, el tren que supuestamente contaba con aire acondicionado apenas tenía un ventilador pequeño que no hacía llegarnos ni la más mínima gota de aire y encima cuando llegaron los refrigerios por el hecho de habernos movido de asiento nos ningunearon. Al escuchar que ofrecían los refrigerios a la gente que viajaba a Tupiza y que a nosotros nos ignoraban por completo, nos le acercamos a la persona que servía. Muy desconfiado el camarero nos solicita los boletos como si estuviéramos mintiéndole, lo cual hizo enojar bastante a Axel exigiéndole de inmediato a que cumpla con el servicio por el que habíamos pagado porque ya dejaba bastante que desear todo lo que nos habían hecho pasar (reventa de boletos, cambio a otros asientos que no reclinaban, ventanillas que no subían, aire que no teníamos, ventilador que ni ventilaba).
El viaje hubiera sido mucho más placentero si las cosas hubieran salido bien porque viajar en tren, pese a todo esto, vale la pena. Decimos esto porque los paisajes que se ven a lo largo de su trayecto son por demás maravillosos y en especial el último tramo antes de llegar a Tupiza en donde se puede disfrutar de la confluencia de los ríos Tupiza y San Juan de Oro. Esta zona es conocida como Entre Ríos y es de una maravilla incomparable. También no merece desperdicio el paso por un túnel dentro de las montañas. Esta zona, también cercana a Tupiza, es conocida como El Angosto.

Finalmente a las 18.25 horas, y tras casi tres horas de viaje en donde se mezclaban la admiración por los paisajes vistos y la bronca de un servicio que podía haber sido mucho mejor de lo que fue con un poco de buena voluntad, llegamos a Tupiza.

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