Roslie en el día anterior en la Iglesia de San Antonio de Lípez.
La noche en San Antonio de Lípez fue bastante buena. Afortunadamente no supimos ni conocimos lo que es una fría noche en la altura merced a que el albergue estaba lo suficientemente bien equipado como para pasar la noche sin el menor contratiempo. La bolsa de dormir que en principio nos recomendaron llevar y usar la usaríamos pero en honor a la verdad no era tan necesaria y de hecho no la usaríamos nunca más.
Había llovido toda la noche y eso hacía temer lo peor en el viaje que era que los caminos estuvieran muy malos. Esto fue advertido por Hilarión que como buen guía responsable siempre nos alertó de las situaciones que podrían configurar un peligro.
A las 5 de la mañana ya estábamos levantados como para tomar nuestro desayuno y con las primeras luces del día saldríamos. Si el frío no fue algo significativo durante la noche si lo fue al amanecer y podemos decir que ha calado hasta en los huesos a medida que nuestro viaje se hacía cuesta arriba.
El camino por lo pronto no se presentaba tan malo y eso significaba un buen signo ya que nos perimitiría ir hacia los lugares previstos en la excursión. El Cerro Lípez totalmente nevado en su pico nos habla de una noche muy fría.
En el transcurso del camino llegó un momento que era ya no un camino sino un barreal en el medio de un precipicio angosto. Esto motivo que la camioneta se quedara atrancada.
Chau sonamos nos quedamos en el medio del camino pensábamos. Hilarión salió colocó cadenas, le dió potencia y...nada. Puso la primera baja le dió con todo y de golpe comenzó a salir pero de manera resbaladiza, hacia un costado con la trompa hacia la montaña. Fueron solo unos cinco segundos, talvez diez, en los que parecieron una eternidad en donde todos nos dijimos menos mal, porque el precipicio estaba ahí nomás. Los reflejos y la pericia de Hilarión hicieron de este susto solo una anécdota.
Llegados al Pueblo Fantasma de San Antonio del Nuevo Mundo lo que vimos fue algo estremecedor: un paisaje de una belleza sin igual a 4.690 metros sobre el nivel del mar con montañas de uno y otro lado cubiertas de nieve y ese paisaje tan típico de la altura donde los pastos apenas si crecen y completando este escenario el desolado y antiguo pueblo abandonado que supo ser otrora un centro minero. Las casas antiguas se pueden distinguir de las más "nuevas", las primitivas casas hechas en piedra apilada y techo de paja, las más nuevas hechas con ladrillo asentado en barro y pintadas o lo que pareciera que en algún momento contaron con pintura. En el centro del pueblo abandonado la fachada de una iglesia yace como todo el pueblo: en ruinas.
Vistas del Pueblo Fantasma de San Antonio del Nuevo Mundo.
Axel accedió a algunas de las casas antiguas y pudo constatar desde adentro las características constructivas de las mismas. Si bien se hacían piedra sobre piedra sin que medie ningún tipo de material que las uniera, eran un muy buen refugio contra los fríos vientos. contaba con una entrada única, muy angosta, el piso asentado en tierra, el techo de paja asentada en tortas de barro y algunos troncos que hacian la veces de tirantes. Allí encontro algunos vestigios de civilización reciente, probablemente de algún pastor que haya pasado la noche refugiado en ella.
Axel accedió a algunas de las casas antiguas y pudo constatar desde adentro las características constructivas de las mismas. Si bien se hacían piedra sobre piedra sin que medie ningún tipo de material que las uniera, eran un muy buen refugio contra los fríos vientos. contaba con una entrada única, muy angosta, el piso asentado en tierra, el techo de paja asentada en tortas de barro y algunos troncos que hacian la veces de tirantes. Allí encontro algunos vestigios de civilización reciente, probablemente de algún pastor que haya pasado la noche refugiado en ella.
Vista de una de las antiguas casas una de las mejores conservadas ya que conservaba gran parte de su techo.
El viaje continuó su camino y a medida que subíamos mayor fue el frío. En el camino podían denotarse algunos restos de nieve y más arriba podían verse varios picos nevados entre ellos, todavía un poco lejos, el Volcán Uturruncu de 6.005 metros de altitud.
La nieve ya se hacía presente a nuestra vista al costado del camino.
Axel felíz con el viaje pero al parecer estaba con bastante frío.
En el altiplano todo cambia a medida que uno desanda en el camino por esta razón es que no hay que perderse ni el más mínimo detalle. Esto lo habíamos escuchado mil veces y la verdad es que es así. Durante el trayecto y en el lapso de unos pocos Km. pasamos de un día que pintaba con algunas nubes a un día con nieve y con tormentas intensas en la montaña a un día totalmente díafano al llegar al mirador del Torreón donde puede observarse en todo su esplendor cerros nevados. Estábamos como lo dice la imagen a 4855 metros sobre el nivel del mar. Nuestro estado más que excelente.
El camino ya discurrió entre hermosos y coloridos cerros, con un cielo totalmente despejado y buen clima en general que nos acompañaría por un largo trecho.
Finalmente hemos llegado a la entrada de la Reserva Eduardo Avaroa donde una barrera nos indicaba el inicio de la misma.
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