Desde la ruta se la ve, allí quieta, solitaria. Una plaza prolija nos da la bienvenida y detrás de ella una de las iglesias más asombrosas del Noroeste Argentino, detrás de ella un pueblo que no deja de sorprender: Uquía.
Uquía la tierra que tiene por iglesia a la iglesia de San Antonio de Padúa y que en el seno de ella tiene los cuadros de los mal llamados "ángeles arcabuceros" pintados por los aborígenes. Esos ángeles que tienen arcabuces pero que también tienen otras armas y que fueron pintadas a semejanza de los hombres blancos (por eso tienen armas) y que constituyen una reliquia junto con un altar laminado en oro (el de Yavi y el de Humahuaca, de similares características, tal vez tengan algún grado de comparación en cuanto a belleza), un lugar que transmite paz, armonia, un lugar para gozar.
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