Mina La Casualidad se encuentra en plena Puna Salteña (25º Latitud Sur, 68º Longitud Oeste) en el Dto. de Los Andes muy pegadita a la frontera con Chile a 4000 metros de altitud sobre el nivel del mar.
Era un pueblo minero que dependía de Fabricaciones Militares y que explotaba el azufre que extraía en Mina Julia a unos 25 km. de allí y que llevaba en cable carril hasta el poblado.
Este pueblo supo tener hasta 2000 habitantes, un pequeño hotel, confitería, escuela primaria y secundaria, iglesia, servicios de teléfono, luz, gas natural, red cloacal, agua corriente, casino, un parque para los niños que allí jugaban, hospital y un acceso por ruta asfaltada que hoy todavía se la puede transitar. Es lo que se dice un "pueblo completo" y así quedó completamente abandonado en el año 1978. Esporádicamente ha vuelto a ser habitado (y también saqueado) pero nunca volvió a ser lo que era hasta esa época.
Este pueblo supo tener hasta 2000 habitantes, un pequeño hotel, confitería, escuela primaria y secundaria, iglesia, servicios de teléfono, luz, gas natural, red cloacal, agua corriente, casino, un parque para los niños que allí jugaban, hospital y un acceso por ruta asfaltada que hoy todavía se la puede transitar. Es lo que se dice un "pueblo completo" y así quedó completamente abandonado en el año 1978. Esporádicamente ha vuelto a ser habitado (y también saqueado) pero nunca volvió a ser lo que era hasta esa época.
¿Qué ha sucedido en este pueblo que para que todas aquellas comodidades hayan sido completamente abandonadas?
Pues bien acá va su historia que es parte de la triste historia del proceso de desindustrialización de nuestro país.
Mina la Casualidad dije producía azufre que llevaba desde Mina Julia hasta el pueblo en cable carril, desde allí hasta Caipe (otro pueblo fantasma de la Puna Salteña) en camiones y desde este último en tren, si leyeron bien en tren, hasta Buenos Aires utilizando el ramal c-14 (Tren de las Nubes) hasta Salta y desde esta hasta nuestra capital. Un día, de esos negros días de 1978, se decidió por Decreto cerrar la mina por razones "económicas". La decisión obedecía a que era más fácil importar que producir por lo tanto importaríamos y dejaríamos de producir (¿Qué bárbaro no?). Consecuentemente el pueblo entero se quedó sin fuentes laborales y por más que hubiera grandes comodidades era imposible su subsistencia en ese lugar tan desolado de la Puna, no había otros trabajos en torno al pueblo más que estos y algunos servicios. Así fue como ha comenzado un éxodo forzado de sus habitantes que se llevaron todo lo que pudieron llevarse (hasta una imagen de la virgen de su iglesia que hoy está en Tolar Grande). Algunos se fueron hasta Tolar Grande, otros hasta Salta y otros todavía mucho más lejos en búsqueda de un nuevo porvenir, tratando de volver a empezar.
Allí quedó, solitaria, Mina la Casualidad que cada tanto recibe a aventureros y a veces tristemente a saqueadores que se llevan lo poco que queda allí.
Allí quedó, solitaria, Mina la Casualidad que cada tanto recibe a aventureros y a veces tristemente a saqueadores que se llevan lo poco que queda allí.
Hacía allí fuimos en la Ford Ranger de la camioneta de la Municipalidad de Tolar Grande junto a nuestro guía y amigo Lorenzo Pilar Martínez.
3 comentarios:
Muy pero muy interesante este post!!! Sumado a lo publicado en el blog "Es mi Argentina" se puede decir que prácticamente está todo dicho sobre el tema. FELICITACIONES.
Excelente el video! (5 estrellas!!!)
gracias por esto. Se de historias y vivencias que hubieron alli, ya que mis abuelos que vivieron y trabajaron en ese lugar.
Hola, es muy emocionante para mi ver estas fotos, vivi con mi familia en el año 74 cuando mi padre era Jefe de Seguridad e Intendencia, fui a la escuela con mi hermana en ese lugar tan apartado de todo, pero tan querido por sus habitantes. Dos anécdotas:En la navidad del 74, el cura parroco y mi padre se las ingeniaron para adaptar un viejo Winco de nuestra propiedad y unos parlantes, con el fin de hacer escuchar a los feligreses La Misa Criolla. Y los jueves llegaba el tren con las provisiones desde Salta y con ellas las ansiadas revistas y diarios que entretenian nuestros fines de semana.
Un abrazo conmovido por el recuerdo.
Edgardo Alberto Rovea.
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