5 de abril de 2012

LA HISTORIA DEL AZUFRE (Parte VI: Mina La Casualidad, el pueblo que hizo desaparecer la dictadura).

Bajamos de Mina Julia a La Casualidad. Otra vez nos reencontramos con este desolado paraje de la Puna Salteña que alguna vez supo ser el centro de acopio y procesamiento de azufre más grande de Argentina que supo tener hasta 3000 habitantes - toda una ciudad - y todos los servicios necesarios a fin de poder sostener la dura vida en la soledad de la Puna.
Tierra arrasada y tan sólo restos cada vez más ruinosos quedan de lo que alguna vez fue...


Investigando un poco supe que la historia del azufre se remonta hace muchos, muchos años. En efecto, la primer mención acerca de la existencia de azufre por la zona data del año 1566 a través del Licenciado Juan de Matienzo, oidor de Charcas, luego algunas crónicas de viajeros como el Inglés J. Andrews menciona a la  existencia de azufre en Salta en el año 1826 o el Alemán Stuart en 1871 que también lo mencionan.
Durante el Siglo XX comienzan los primeros atisbos de exploración y explotación, pero no es sino hasta el año  1940 que se funda la Compañía Azufrera Argentina formada para llevar a cabo la explotación de yacimientos de azufre en la Cordillera de los Andes. En 1942 se conforma una empresa mixta entre la Compañía Azufrera Argentina y el Estado Nacional llamada Industrias Químicas Nacionales y en 1952 el Estado Nacional compra todo el paquete accionario fundando el Establecimiento Azufrero Salta dependiente de la Dirección General de Fabricaciones Militares.
Entre 1952 y 1979 el establecimiento de Mina Julia - donde se extraía el azufre - y Mina La Casualidad -donde se procesaba, refinaba y se conseguía la máxima pureza - funcionan hasta el año 1979, momento en el que se sentencia su cierre cuyo decreto estaba firmado desde el año anterior por el entonces Ministro de Economía de la Nación, José Alfredo Martínez de Hoz.
La planta de La Casualidad se ubica a 4.000 metros sobre el nivel del mar. Durante las décadas de 1940 y 1950, el establecimiento azufrero produjo a razón de 10.000 toneladas por año y en 1951, año de su estatización, 17.500. Con el tiempo y la tecnificación se fue logrando una mayor producción y el salto de calidad lo dio con la inauguración del establecimiento en Mina Julia conocido como "La Altiva" logrando un pico de 30.000 toneladas de producción durante la década del 70.
Muchas son las historias que giran en torno a la vida allí, las vicisitudes de su gente, los problemas con los límites con Chile, los equipos de fútbol - llegaron a haber 12 equipos de trabajadores de la planta -, los nacimientos en La Casualidad, los que allí dejaron sus huesos, los que aún la recuerdan, los que un negro día tuvieron que dejarlo todo atrás y que cada tanto vuelven. Muchas historias que conforman parte de ese silencio y que son ejemplo palmario del proceso desindustrializador de la última dictadura militar. Una vez más estamos en La Casualidad para revivirlas y, fundamentalmente, no olvidar.


Como siempre hemos encontrado a La Casualidad en soledad. Jean Claude y Patricia no podían creer como un pueblo entero haya quedado de esta manera, absolutamente en ruinas y desolado.
La tristeza es infinita y mientras Roslie se sentó en lo que era la Plaza del pueblo, yo me dediqué a recorrer una vez más las barracas. 



Entré a un dormitorio de lo que seguramente fuera de un niño. Allí estaban sus dibujos, sus recuerdos. Una ventana que apenas tiene sus marcos da hacia el paisaje de las montañas. Es un cuadro maravilloso que seguramente inspiraría a un buen pintor.


Otra pieza de un niño/a. Veo el dibujo pegado en la pared, lo toco, lo acaricio y se me estruja el corazón.


Visito también la casa 39 cuyo agujero en la pieza permite que vea a través de ella, sin necesidad de recurrir a ninguna abertura.


Otro vestigio que me impactó muchísimo. Se trababa de algo muy especial, era un pedazo de almanaque del año 1973, mi año. En esa hoja pegada, reseca y deteriorada figuraban los meses de Julio y Agosto...tenía en aquel entonces entre dos y tres meses.
Seguí recorriendo y en el suelo de una de las casas me encontré con vestigios de la actividad del establecimiento de La Casualidad. Se trataban de notas internas y un memorándum del año 1970. Los dejé donde estaban.




Mientras Roslie seguía en la plaza continué con mi recorrida por las distintas instalaciones. Volví a la Casa 45 porque sabía que allí estaba un mensaje que días atrás no había encontrado de dos turistas Españoles: Mari y José. Finalmente embutido en un caño de plomo en lo que era la cocina encontré el famoso mensaje.


 Roslie descansa en la Plaza.


Gracias Mari y José por el mensajito!!!





Me animo a cruzar el que fue alguna vez el Parque Infantil Gral. Manuel Savio y acceder a lo que fue alguna vez las instalaciones del hospital. Vienen a mis recuerdos las indicaciones que alguna vez me dio Julio César Avalos quien vivió en La Casualidad y me contó entre otras cosas anécdotas de chico cuando había en él, hamacas, tobogán y un trompo que lo lanzaba en el aire cuando este tomaba velocidad, o cuando lo cocieron después de un golpe que se había dado y el lugar donde nació su hermano, Diego Avalos. 




Mientras veo los rastros de lo que fue alguna vez el hospital veo que se acerca una camioneta. Se trataba de Alberto Regazzoni quien venía a visitar La Casualidad y luego seguiría viaje a Antofalla.
La despedida y un gran abrazo al amigo no se podía hacer en mejor lugar!!! 

Hasta la vuelta amigo!!!
Nuestro camino continúa. Salimos silenciosamente con rumbo a Tolar Grande. Era nuestro deseo si conocer lo último que nos quedaba conocer de La Casualidad: su cementerio. Ubicado en una lomada a unos doscientos metros aproximadamente al costado del camino allí están descansando en paz algunos de estos hombres y mujeres que supieron forjar con el sudor de sus frentes parte de la historia de La Casualidad. Nos detuvimos un tiempo y respetuosamente recorrimos el cementerio. 


Aquí finaliza la crónica de la historia del azufre y continúa nuestro camino hacia Tolar Grande, el corazón de la Puna.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Después de una temporada muy ocupada, por fin estoy pudiendo retomar la lectura de vuestras andanzas.
Me ha emocionado que encontraseis la nota, así como todo el relato sobre el campamento La Casualidad.
Continúo la lectura. Saludos.
María